quinta-feira, 31 de julho de 2008

Fukyama examina os limites da hegemonia americana

FRANCIS FUKUYAMA, graças a matéria publicada no jornal El País enviada pelo Prof. Farlei Martins, após ter nos anos 90 do século XX previsto o fim da história, agora aponta os limites do poder hegemônico dos Estados Unidos.
El fin de la hegemonía americana
Estados Unidos debe renovarse en profundidad. Ya no ocupa en solitario el
primer plano de la escena global; ahí actúan, y con creciente éxito, otros
grandes actores políticos, económicos y culturales
FRANCIS FUKUYAMA 31/07/2008
Fareed Zakaria, columnista de Newsweek, habla del "mundo posterior al
dominio americano" para referirse al que nos aguarda en los próximos años.
El primer cambio evidente al que se enfrenta Estados Unidos tiene que ver
con la aparición de un mundo multipolar. No se trata de un declive. Estados
Unidos sigue siendo la mayor potencia mundial. Lo que sucede es que el resto
del mundo se está poniendo a su mismo nivel.
Sí, se ha producido un impresionante desplazamiento de poder en lo que a la
economía se refiere. Rusia, China, India y los países del Golfo gozan de
unas economías en expansión, mientras que la de Estados Unidos ha caído en
un periodo de recesión. Durante los gobiernos de Clinton y del primer Bush,
Washington acostumbraba a sermonear al resto del planeta sobre cómo mantener
en orden sus haciendas, pero ese tipo de sermón suena ahora un poco falso
tras la crisis financiera estadounidense del pasado año. La prueba más clara
del cambio al que asistimos es el endeudamiento en el que se encuentra
Estados Unidos, mientras que muchos otros países están acumulando reservas.
En el futuro, las posibilidades de Estados Unidos serán mucho más limitadas.
Puede que esta limitación venga dada por ciertos cambios en el equilibrio
del poder militar, pero sobre todo se deberá a factores que tienen más que
ver con el poder blando. Hoy, por ejemplo, los chinos y los indios exportan
películas; hay estrellas de cine coreanas que son famosas en toda Asia, y
los japoneses son grandes productores de cine de animación. En resumen,
Hollywood ya no es la única fuente de creatividad cultural en el planeta.
Otra tendencia especialmente preocupante es la disminución de estudiantes
extranjeros en las universidades estadounidenses. Disuadidos por la cantidad
de obstáculos que encuentran para entrar en Estados Unidos, los estudiantes
extranjeros han preferido buscar alternativas en otras partes del mundo.
Consideremos ahora un hecho desconcertante: el gasto militar de Estados
Unidos es igual a la suma de los gastos militares de todo el resto del
mundo. Y, sin embargo, no hemos logrado pacificar Irak en los cinco años
transcurridos desde que las tropas estadounidenses invadieron y ocuparon el
país. Se constata así que la fuerza militar no sirve a la hora de crear las
instituciones legítimas sobre las que se asientan las naciones, de
consolidar la vida política y de estabilizar esa parte del mundo.
Durante las dos últimas décadas, países tradicionalmente aliados han
empezado a mostrarse opuestos a la política estadounidense. Se han formado,
por ejemplo, alianzas como la del Shanghai Cooperation Council, una
organización cuyo objetivo es acabar con la presencia estadounidense en
Asia, incrementada después del 11 de septiembre. Y tampoco podemos recurrir
con la misma seguridad que antes a nuestros aliados democráticos
tradicionales.
Así sucedió en Irak, como era de esperar; pero también en Afganistán, donde,
pese a que nuestros aliados aceptaban la legitimidad de la operación,
arrastraron los pies a la hora de apoyar con tropas y recursos materiales. E
incluso un país como Corea del Sur, que ha sido siempre un aliado, se ha
visto convulsionado durante los dos últimos meses por las manifestaciones en
contra de Estados Unidos desencadenadas por polémicas importaciones de
carne.
En resumen, el mundo al que se enfrenta hoy Estados Unidos requiere nuevos
instrumentos. Tenemos que poder desplegar y utilizar el poder duro, la
fuerza militar, pero también hay otras maneras de propagar aquellos valores
y aquellas instituciones que han de ser la base de nuestro liderazgo en el
mundo. La labor realizada por el Gobierno de Clinton en los Balcanes, en
Somalia y en Haití, en el sentido de colaborar en la construcción de
naciones, fue muy criticada y tachada de "trabajo social". Pero la realidad
es que la política exterior estadounidense debe interesarse por cierto tipo
de trabajo social.
Quienes se oponen al dominio de Estados Unidos en el mundo -los Hermanos
Musulmanes, Hamás, Hezbolá y Mahmud Ahmadineyad, en Oriente Próximo, así
como ciertos líderes populistas de América Latina como Hugo Chávez, Rafael
Correa y Evo Morales- han llegado al poder porque ofrecen servicios sociales
a los más pobres de sus países.
Estados Unidos, por el contrario, apenas ha ofrecido nada en este sentido
durante la pasada generación. Ofrecemos mercado libre y democracia, dos
cosas buenas e importantes que constituyen la base del crecimiento y del
orden político. Pero ninguna de las dos parece atraer a las poblaciones más
pobres, que son, en definitiva, los auténticos electores en esta lucha por
el poder y la influencia en el mundo.
No creo que el declive americano sea inevitable. Estados Unidos tiene muchas
bazas ganadoras en tecnología, en competitividad, en el mundo de la empresa;
cuenta con unos mercados laborales flexibles y unas instituciones
financieras, en principio, fuertes, aunque hemos de admitir que ahora
atraviesan ciertas dificultades. Y una de sus grandes ventajas es su
capacidad para asimilar a la gente de otros países y de otras culturas.
Prácticamente, todos los países desarrollados atraviesan un bache
demográfico. Sus poblaciones disminuyen de año en año como consecuencia de
la bajísima tasa de natalidad de sus pobladores nativos. Así que cualquier
país desarrollado que desee seguir creciendo tendrá que acoger inmigrantes
procedentes de países y culturas diferentes, y creo que Estados Unidos tiene
una capacidad única en este sentido.
Pero hay tres puntos débiles sobre los que Estados Unidos ha de trabajar si
quiere salir airoso. En primer lugar, la creciente pérdida de capacidad de
acción del sector público; en segundo lugar, la manera, harto
autocomplaciente, de entender al resto del mundo, siempre desde nuestra
propia perspectiva; y, en tercer lugar, la gran polarización del sistema
político, que impide buscar soluciones a estos problemas.
Ejemplo de lo primero es la pésima planificación de la ocupación de Irak y
de la guerra que le sucedió. Otro, el desastre absoluto de la respuesta al
huracán Katrina.
El segundo punto tiene que ver con la arrogancia norteamericana respecto al
resto del mundo. Cuando a finales de los años cincuenta, la Unión Soviética
colocó en el espacio el Sputnik, Estados Unidos respondió al reto
invirtiendo masivamente en ciencia y tecnología. El resultado fue que
Estados Unidos se reafirmó como líder mundial en tecnología. Del mismo modo
podríamos haber respondido al 11 de septiembre: invirtiendo en nuestra
capacidad para comprender la complejidad de regiones del mundo como Oriente
Medio. Por ejemplo, es un escándalo que la Embajada americana en Bagdad sólo
cuente con un puñado de funcionarios que hablen árabe correctamente.
El último punto que habría que resolver es el impasse en el que se encuentra
nuestro sistema político a causa de la polarización. La derecha se niega a
hablar de subir los impuestos a fin de financiar unos servicios públicos muy
necesitados de inyección económica. Y la izquierda se niega a hablar de
cuestiones como la privatización de la Seguridad Social o el retraso de la
edad de jubilación.
Y ni la izquierda ni la derecha han tenido la valentía política de sugerir
una subida de los impuestos sobre el consumo energético, que es la manera
más obvia de solucionar la dependencia del exterior y de impulsar fuentes
alternativas.
Ningún otro lugar del mundo se beneficiará de nuestra política si seguimos
siendo un país que sólo se mira el ombligo, incapaz de llevar adelante las
políticas y medidas proyectadas, y demasiado dividido para tomar decisiones
importantes. Todo esto no sólo es perjudicial para los estadounidenses, sino
también para el resto del planeta.

Nenhum comentário: